La pandemia COVID-19: El capitalismo en crisis

La Nación Roja

Estos son tiempos aterradores. Al intensificarse la pandemia COVID-19 en norteamérica, el sistema actual no puede de ningún modo satisfacer las necesidades básicas y fomentar la decencia humana. Hay dos aspectos de la actual crisis. Por un lado está la amenaza real de enfermedad y muerte como consecuencia del COVID-19. Por otro lado, el capitalismo está mostrando que es inadecuado para mantener la vida biológicamente.

Basándonos en la ciencia de que disponemos actualmente, y en los ejemplos de los lugares que han sido golpeados más fuertemente, podemos esperar que en las próximas semanas el brote en norteamérica vaya a empeorarse antes de que esta situación mejore. Por lo tanto, nuestra respuesta debe tratar con la urgencia inmediata de frenar la propagación y el daño del COVID-19, especialmente para las naciones indígenas y aquéllos que ya son más vulnerables, que seguramente sufrirán las mayores bajas.

Semanas antes de que la Organización Mundial de la Salud declarase la pandemia global, la respuesta de la China al brote del COVID-19 en la provincia de Wuhan, le dio a todo el mundo la oportunidad de prepararse. ¿Cómo respondió Estados Unidos? En lugar de preparar al público estadounidense para una crisis catastrófica inminente del sistema de salud, el Presidente Donald Trump ridiculizó al virus como un fraude y aumentó la retórica racista antichina.

Estados Unidos se niega a colaborar internacionalmente. No están utilizando las pruebas y los tratamientos desarrollados por los doctores chinos y cubanos. Estados Unidos insiste en encaminarse solo, desarrollando su propia tecnología médica a pesar de la evidencia de la efectividad de las herramientas ya usadas en otros países. Contrariamente a sus afirmaciones arrogantes, el gobierno de los EEUU no está preparado para tratar con este tipo de pandemia, y el rápido crecimiento de los casos del COVID-19 se agrava porque el gobierno se rehúsa a frenar  los engranajes de la maquinaria capitalista.

Durante la conferencia de prensa del 13 de marzo en la que Trump decretó un estado de emergencia nacional, la Dra. Deborah Burx declaró que el “enfoque innovador” del gobierno se centra “en la utilización total del poder del sector privado.” Rodeado por los ejecutivos de las compañías más ricas del mundo–Google, Roche, Wal-Mart, LabCore y Target–Trump le dio a la clase capitalista gobernante un cheque en blanco para convertir a la salud pública en margen de ganancias

Es moralmente irresponsable y totalmente peligroso dejar el destino de la humanidad en manos de los políticos corporativos y los multimillonarios a quienes sólo les importa su poder y su riqueza, y quienes están usando esta crisis como una oportunidad para degradar y burlarse del resto del mundo y proclamar que Estados Unidos es el “mejor” de todos.

¿Por qué cunde la confusión, el pánico y la ansiedad masivamente cuando se produce una catástrofe ya prevista? Porque la preparación y la solidaridad humana no son lucrativos en un sistema económico global que considera a los desastres como una oportunidad para que la clase dominante amase aún mayores riquezas.

Millones de personas no están aseguradas o no están debidamente aseguradas. Algunos están racionando insulina, usando GoFundMe como principal proveedor de atención médica, o se resignan ante la realidad de morir prematuramente de condiciones médicas prevenibles o curables.

La crisis ha puesto de relieve la realidad de lo que es la vida para miles de millones de personas a través del planeta. Para países como Irán y Venezuela, las sanciones iniciadas  por los Estados Unidos ya comprometen su infraestructura y ejercen enorme presión en su capacidad para combatir el virus, dejando vulnerables a millones de personas. Lo cual es algo inhumano y moralmente condenable.

Los científicos ya habían predicho el cambio climático décadas atrás. Nos habían advertido de que se vendrían tormentas gigantes, extinciones en masa, sequías, inundaciones, emigraciones forzadas, hambrunas, y una miseria generalizada – la misma definición de lo que actualmente constituye algo “normal” para miles de millones de personas. El gobierno estadounidense no ha hecho casi nada por abordar esta creciente crisis. Muy al igual que con el cambio climático, los científicos y expertos en cuestiones de salud han estado advirtiendo ya durante meses acerca de la magnitud del brote COVID-19. Fuera de darles palmaditas en la espalda (y de rellenarles los bolsillos) a la clase capitalista dominante con un paquete de rescate de $1.5 trillones de dólares, el gobierno ha hecho muy poco por abordar esta pandemia.

Entre los más susceptibles al COVID-19 están quienes desde ya son más vulnerables. Las personas sin hogar, las personas encarceladas, aquéllos en los campos de detención del ICE (Oficina de imnmigración y aduanas – siglas en inglés), los pobres, y quienes viven en reservas indígenas rurales aisladas, serán quienes con mayor seguridad sean más impactados y con menor probabilidad de recibir atención médica rápida y eficaz.

Las empresas privadas se rehúsan a ofrecer licencias remuneradas por enfermedad, aun en medio de esta crisis. Las compañías de seguro médico se rehúsan a ofrecer exenciones de cuotas para que la gente se haga las pruebas y reciba atención médica por COVID-19. Y la respuesta por parte de los gobiernos estatales y federal ha sido el sugerirle – no requerirles – a estas empresas de que ofrezcan licencias por enfermedad remuneradas y exenciones de cuotas, a la vez que no le ofrecen ayuda alguna, o muy poca, a los trabajadores para que puedan comer, pagar sus facturas y alquileres, recibir atención médica adecuada, o simplemente poder sobrevivir. Entre los más afectados se hallan aquellos trabajadores proveedores de cuidado de niños y parientes.

Ante la alternativa de hacerse la prueba y pasar a cuarentena, o poder trabajar y alimentar a sus familias, muchos trabajadores escogerán seguir trabajando simplemente por necesidad. Esta es la realidad de la mayoría de las personas en Estados Unidos.

La crisis ha desenmascarado al orden capitalista sacando a la luz que se trata realmente de un sistema contrario a la vida. En estos momentos de gran peligro, es necesaria la solidaridad humana–la política de amor, no la política del odio. Debemos responder con nuestros corazones y con toda nuestra humanidad, no sólo para frenar los efectos más catastróficos del COVID-19, sino para ponerle fin de una vez por todas a este inhumano y criminal sistema capitalista.

Debemos planear una lucha a largo plazo y usar el actual impulso de un gigante que se tambalea, en contra suya.

Si bien debemos organizarnos para apoyarnos materialmente y emocionalmente–quizás a un nivel nunca antes visto–debemos también ver a esta crisis por lo que es verdaderamente: un momento para impulsar la lucha global de los trabajadores. La clase dominante de los Estados Unidos está apuntalando su poder y tratando de fortalecer sus defensas en respuesta a esta pandemia. Están preocupados y con razón: el mercado de valores se ha derrumbado ya dos veces; los bloqueos en solidaridad con la nación Wetsuwet’en han inmovilizado la economía canadiense; la OPEC se desmorona; y las exportaciones de China se han paralizado. Este es el momento para organizarnos y acrecentar nuestras fuerzas.

Al mismo tiempo que obramos por construir el poder de la clase obrera, impulsamos las siguientes demandas:

  • La implantación de un sistema de salud universal
  • Proveer acceso egalitario y gratis a los servicios de salud para las comunidades nativas urbanas y rurales
  • Que se ofrezca recursos sin restricciones al Servicio de Salud Indígena y a las clínicas y hospitales de las tribus
  • Que se le ponga fin a las sanciones de EEUU contra Irán, Venezuela, Corea del Norte y todos los países
  • Hacer que las pruebas para el COVID-19 sean universalmente accesibles; a nadie se le debe negar el examen.
  • Proveer servicios médicos y el acceso al tratamiento en los puntos de servicio
  • Proveer servicios médicos gratuitos y vivienda a nuestros parientes sin hogar
  • Ponerle fin a todos los nuevos arrestos, detenciones y encarcelamientos
  • Proveerle cuidado médico a toda persona actualmente encarcelada
  • Proveerles cuidado a quienes estén en cuarentena y médicamente aislados
  • Proveerles cuidado especial a nuestros ancianos
  • El cierre de todas las escuelas y que se provean almuerzos gratis y licencias remuneradas y guarderías a los padres de familia
  • El cierre de todas las universidades y proveer comida y alojamiento a los estudiantes
  • Que se ponga fin a todos los desalojos
  • Que se ponga fin a todos los cortes de servicios públicos
  • El cancelamiento de todas las deudas estudiantiles
  • Que se ponga fin a todas las deportaciones
  • Proveer licencia remunerada por enfermedad a todos los trabajadores en todos los sectores
  • Congelamiento de todos los alquileres
  • Implementar control de precios y suministros de mercancías para impedir el lucro
  • Implementar un racionamiento controlado de todos los alimentos y productos esenciales para impedir acaparamientos
  • Que se implemente el Trato Rojo. En vez de quitarle fondos a la seguridad social para el fomento del sector privado, se deben reasignar recursos del ejército, la policía y las cárceles hacia una campaña de salud masiva para combatir el COVID-19
  • Priorizar las protecciones y recursos especiales a las personas que brindan servicios de salud en primera línea tales como las enfermeras, las madres, los médicos, y los maestros (véase National Nurses United Response to COVID-19: https://www.nationalnursesunited.org/covid-19)

También hacemos un llamado a nuestra comunidad a tomar precauciones para consigo mismos, sus familias, sus vecinos y todos aquéllos con los que establezcan contacto. El COVID-19 se transmite principalmente de persona a persona a través de la tos, los estornudos, o el tocar a alguien después de limpiarse la nariz y la boca, y también las superficies. La forma más eficaz de matar el virus consiste en lavarse las manos, las muñecas, y los brazos con jabón, pero sabemos que bajo las condiciones del capitalismo existen millones de personas sin acceso al agua limpia para lavarse las manos, ya sea porque no tienen vivienda, o por el abandono en que se encuentran ciertas comunidades rurales, urbanas y reservas indígenas. La lucha por el agua limpia es por tanto algo esencial para combatir el COVID-19, así como lo son también el derecho a la vivienda, a la alimentación, a los servicios médicos, y a todo lo que puntualizamos más arriba.

Pero el COVID-19 no es un problema individual. Debemos responder a esta crisis de forma colectiva, con dignidad humana y con amor. Instamos a la gente a que compartan tanto material como emocionalmente con aquéllos que son más vulnerable. Así como la gente común y corriente ha respondido a las crisis del pasado, debemos llegar mucho más lejos de lo que el capitalismo nos ha obligado a llegar a ser, y aunarnos, distantes físicamente, pero unidos socialmente.

En los días y semanas venideros estaremos posteando y compartiendo recursos de cómo enfrentar el COVID-19 y formas de cómo hacerle frente a esta crisis, a través de los medios sociales, de este sitio web, y de nuestro podcast semanal.

Los queremos a todos y le haremos frente a la incertidumbre y al peligro como camaradas y parientes, edificando nuestras capacidades colectivas para dar la lucha – y vencer.

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